En el imaginario local, el nombre de Tarija sería un tributo a Francisco de Tarija, supuesto miembro andaluz de la expedición de Almagro. Pero no existen documentos históricos, (a excepción de una nota de la edición 37 del 8 de mayo de 1721, página 19 de la "Descripción de la provincia de Chichas y Tarija" aparecida en "El Mercurio Peruano") que confirmen esta creencia. En concreto, ninguno de los españoles que acompañaron a Diego de Almagro en su entrada al valle (1535) llevaba el apellido Tarija. Por lo tanto, lo más probable es que el término sea de origen indígena. Existen varios topónimos de lugares aledaños cuyo sonido es similar al de Tarija: Tariquía y Taxara. Los españoles, al pronunciarlos incorrectamente, lo habrían deformado a Tarija. Sin embargo en el año 2011 el historiador y director del Archivo Histórico de Tarija, el tarijeño Elías Vacaflor Dorakis afirma que: en el año 1535 la expedición de Diego de Almagro se organizó en siete grupos de españoles que partieron consecutivamente desde Cusco hacia el sur siguiendo el camino del inca, en el primer grupo estaban los españoles Juan de Sedizo, Antonio Gutiérrez y Diego Pérez los cuales llegaron a Tupiza a inicios de agosto de 1535, allí supieron de la existencia de una ciudad abandonada que se hallaba "bajando" hacia el este del camino del inca, de este modo alcanzaron al hoy llamado Valle de Rosillas donde encontraron las ruinas del Antigal cercano a Alizal, esas ruinas eran las de Tulku Marka (Laberinto Fuerte) en las cuales algunos edificios parecían torretas o torrecillas (pequeñas torres), por el aspecto del valle y por las "torretas" los españoles encontraron alguna semejanza con el valle español de Torija, de este modo llamaron inicialmente al valle de Rosillas valle de Tarija ya que tarija era una palabra árabe andalusí que significaba torreta, esto habría ocurrido entonces 39 años antes de la fundación de la Villa de San Bernardo de Tarixa.
A los pobladores del valle de Tarija se les conocen como "chapacos".
Ya en tiempos coloniales Tarija y la región se convirtieron en proveedoras de vinos y aguardientes (por ejemplo el trago boliviano singani) a las ciudades del Alto Perú.
Al estallar la revolución, patriotas y realistas se disputaron encarnizadamente la ciudad. La batalla de la Tablada (15 de abril de 1817) logró liberar de realistas de la región de Tarija.
Durante el resto del siglo XIX, y durante el siglo XX, la ciudad continuó progresando, material y culturalmente, merced a la radicación de nuevos inmigrantes y a la pujanza económica de la región
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